DON VERE-CLARO CONTRA DON VERE-MUNDO
PORTE, Y RESPUESTA
De una Carta que se supone escrita á el Cavallero
Corregidor de la Ciudad de Albarracín por un Amigo
Suyo de Zaragoza,
QUE DA
El Licenciado Don Miguel Aguado, Presbítero, Sacristán
Mayor de la Iglesia Parroquial del Lugar de Griegos.
En mi escrito titulado “Tiempo de cambios” me preguntaba yo a quien pudieron pertenecer unos antiguos y valiosos libros y una buena colección de utensilios de laboratorio guardados en casa de Anastasia Ibáñez.
Por una de esas extrañas, o no, casualidades de la vida, a pocas fechas de haber escrito aquello supe de la existencia de un importante (para mí) documento cuyo original se halla en el archivo de una Orden religiosa. Enseguida hablé por teléfono con el encargado y me dio toda clase de facilidades para obtener una copia. Es fácil deducir que al día siguiente estaba yo en presencia del amable fraile quien con paciencia y educación buscó el tomo 1085/ XVIII y allí, entre otros documentos relativos al antiguo Reino de Aragón se hallaba el que tanta desasosegada alegría me producía.
Con parsimonia, el Padre Joan Seguí se fue a Secretaría a sacar copia de las 16 páginas del documento y yo me quedé gozando con la lectura de otro tomo relativo a antiguos sucesos acaecidos en el bonito pueblo zaragozano de Tarazona.
Al rato volvió y me entregó las copias con simpatía, quizá debida al manifiesto entusiasmo con que yo las recibía. Le pregunté cuánto le debía por aquel servicio y me contestó que nada, que yo estaba cumplido en mi deseo y él se sentía satisfecho de poder colaborar conmigo en algo que tanta ilusión me hacía. Insistí si podía contribuir con alguna obra de caridad que la Orden pudiera mantener y entonces si que aceptó mi aportación.
Para conocimiento de todo el que tenga el interés o la curiosidad de leer el documento en cuanto me sea posible enviaré escaneado el documento completo a esta página pero anticipo que su autor es un hombre muy culto. Ahora os remito este pequeño adelanto que creo merecerá vuestra amable atención.
Empieza el documento mostrando el escritor su contrariedad porque uno del pueblo le trajo de Madrid otro libro que el que le había encargado. (Ya sabemos, pues, que la gente de Griegos iba a Madrid en aquellos tiempos y compraba libros, que no es cosa de poca importancia)
El vecino se defiende y el cura escribe:
“Pero como a este Hijo de vecino de mi Aldea no le falta para necio la circunstancia de porfiado, repitió en su erre que erre, y bolvio a su dale que dale, intentándome hacer creer, que dicho Papel es el Pronóstico, y no otra cosa. Repare V.m. (decía) Señor Mosen Miguel que lleva menguantes de discreción, y crecientes de temeraria locuacidad, etc, etc,”
El cura se calma y empieza a explicar al arriero el contenido del libro que le ha traído equivocadamente, a lo cual el de Griegos dice “ “Pues que pongan teas en la Cozina y lealo V.m. Señor Mos. Miguel (me respondió mi porfiado) que tendré grato gusto en oir lo que reza”
Continua el documento desarrollando consideraciones morales y jurídicas basando sus razonamientos en citas escritas en latín y así llega a escribir: “Y al núm. 5 prosigue (el libro) con la fastidiosa narración de el fecho que ocurrió en este Lugar el día 26 de el Octubre más cerca passado con Diego de Mora, y su hija Isabel Bastiana. Cuéntalo a su modo, pero válgame Dios lo que miente. Dice que los Alcaldes de Griegos prendieron a el referido por incestuoso; pero ya supone antes detenida en las casas del Cura a dicha Isabel Bastiana”
Seguramente había, además, otro cura de más alto rango en Griegos pues escribe en otro lugar… “ello nuestro Cura, como ha estado en Roma, obró con sagacidad y cautela italiana”
El documento en cuestión termina así:
“Si con essta Carta buena
tildas mi respuesta mala,
te prevengo, que esta gala
no es hurtada, aunque es agena.
Escrivialo en Griegos á 28 de diciembre de 1733
Lic. D. Miguel Aguado, Presbítero, Sacrist. Mayor de la dicha Paroq.”
En fin, el documento, además de contar detalles muy interesantes que seguramente gustarán, profundiza en las diferencias de la justicia ordinaria y eclesiástica de la época.
Por sus citas de autores latinos, por su redacción y por la hondura de sus argumentos no cabe duda que estamos ante un gran erudito y pensador profundo. ¿Y si así era el ayudante, cómo sería el que obraba con sagacidad y cautela italiana por que había estado en Roma? ¿Fueron estos curas los poseedores de aquellos libros y utensilios al principio descritos?.
Y termino, mostrando mi orgullo porque en mi pequeño Griegos de hace doscientos setenta y ocho años vivieran personas de tan elevada cultura y talento.
José Juan Herranz Martínez
Mayo 2011