EL NIÑO Y LA LUNA
Emilio es un niño especial, muy especial; es amigo de toda la gente, personas mayores, jovenes y niños; igual juega al futbol que habla con los abuelicos, que les cuenta cuentos a los niños pequeños, juega a las chapas o les cuenta chistes.
Ese día esta en su habitación y ve que se hace de noche, esta escuchando música que es su mayor entusiasmo. Mira por la ventana y ve a la luna, brillante, blanca, redonda y piensa que bonico es ese balon, yo quiero jugar al futbol con esa pelota.
No lo piensa más, apaga la música, se pone su chaqueta (por el frio de la noche)y sale a la calle dirigiendo su mirada hacia el cielo no sea que el balón se haya caido.
No, no se ha caido, ahi está y decidido va en su busca. Cruza el pueblo saludando a quien encuentra pero sin pararse con nadie (cosa que les extraña) pero él tiene un objetivo y es muy importante para un maño cabezota hacer lo que se mete en la cabeza.
Al salir del pueblo se encuentra con su amigo Nacho que le pregunta:
- ¿dónde vas Emilio?
- Mira Nacho, voy a buscar aquel balón para mañana jugar al futbol que ya sabes que se nos ha desinflado el que jugabamos hoy; ¿te vienes?
Y su amigo le dice con una gran sonrisa:
- Si, Emi, me voy contigo.
Y miran los dos hacia arriba ilusionados, no se dan cuenta de lo alta que es la montaña.
Salen corriendo pero pronto bajan el paso porque se cansan y cuando van por la mitad ven unos conejicos correr hacia su madriguera como eran pequeños pudieron coger a dos uno cada uno y se sentaron a acariciarlos, son como bolicas de pelo muy suave, blancos tan blancos como la nieve ;se les va el tiempo sin darse cuenta hasta que ven a la mama de lo conejicos y deciden dejarlos para que se vayan con ella, casi se les olvida la ilusión que les llevo allí.
Se levantan y siguen ascendiendo por la montaña, ya falta poco para llegar a la cima y sin embargo el balon sigue lejos.
Yupiii!!!!, ya estamos arriba pero ¿donde esta el balón? desilusionados ven que ahora esta encima de otra montaña ¡y que lejos esta esa montaña! casi se ponen a llorar
- ¿Qué hacemos?, pregunta Emi a Nacho, yo estoy cansado no puedo ir alli
Y su amigo dice:
- Yo tambien estoy cansado y cada vez es mas de noche (menos mal que la luna llena ilumina mucho).
Pero deciden volver al pueblo y tumbarse en sus camas que los esperan calenticas. Bajan casi corriendo con la desilusión pintada en sus caricas .
Cuando llegan al pueblo Emi se despide de Nacho y cada uno va a su casa.
Cuándo llega Emilio ve a su mami (como el le dice) que esta en la puerta llamandolo y sabe que se está asustando al ver que se hace de noche y él no está en casa.
Cuando la mamá ve a Emi lo abraza fuerte y le pregunta:
- ¿Hijo, de donde vienes?
El con su lengua de trapo se lo explica y mientras la mama le riñe por no haberselo dicho se fija en una cubeta llena de agua que está en la puerta y .... ¡¡¡oh milagro!!!allí esta el balón que el quería. Se pone como loco de contento y salta, se ríe, da palmas, da vueltas alrededor de la cubeta.
La mama extrañada le pregunta qué le pasa y él sentandose al lado de la cubeta le contesta:
- Mami, el balón está aquí, qué tonto soy!!! he ido tan lejos y estaba aquí.
Y mira embelesado el balón en el agua.
La mamá sonríe con lagrimas en los ojos y acaricia la cabeza de su hijo pensando que toda la vida tendrá esa bondad esa ingenuidad qué le hace tan especial y tan feliz.
Soledad
EMILIO Y LOS REYES MAGOS
Emilio está nervioso, piensa que ya pronto vendrán los Reyes Magos y le traerán todo lo que les ha pedido: una muñeca, un pañuelo, pipas, cacao. El no es nada egoísta. Su cabeza da vueltas y mas vueltas pensando que los reyes tendrán frío con tanta nieve como hay, que necesitarán comer y beber porque es demasiado trabajo ¡¡¡los pobres tienen que repartir tantos juguetes en solo una noche!!!.
Aún falta un mes y Emi pregunta una y otra vez cuánto falta para que por fin vengan. Cada día repite una y otra vez la misma pregunta: ¿cuánto falta para que vengan?.Mira catálogos de juguetes de todas las tiendas pero él se queda con pedir una muñeca, y todos los regalos del mundo para los demás.
Su mama le dice: ya falta poco, ya se acerca el día . Y Emi sonríe con esa sonrisa preciosa que le caracteriza.
Llegado el día no puede estar quieto, esta noche por fin vendrán los reyes y harán felices a todos los niños. Cena rápido y se va a la cama (los mayores le dicen que si no se duerme pronto no vendrán).
Entre sueños oye ruidos, se levanta despacio y escucha voces desconocidas en el comedor, se asoma con miedo pero ¡que sorpresa¡ ahí están de pie los reyes, su cara es un poema, no puede creer que los tenga ahí a los tres; se acerca tímidamente hacia su favorito, el negro, lo mira incrédulo y le dice hola rey Baltasar ¿puedo darte un beso? Baltasar sonríe y le da su regalo, Emilio se pone de puntillas pero no llega a besarlo y le tira de la manga para que se agache y todo feliz le planta un sonoro beso en la mejilla, pero se retira extrañado y limpiándose los labios dice ¡me has ensuciado los labios de negro! todos estallan en risas y él muy serio dice no os riáis que si besa a todos los niños, poco a poco se le irá el color ya no será mi rey negro y yo quiero que siga siendo negro porque es el que me gusta.
Melchor y Gaspar le dicen que ellos también le traen regalos y él va hacia ellos sonriendo pero sin dejar de limpiarse la boca. Los besa y los pelos tan largos que llevan se quedan enredados en sus dedos y piensa, vaya reyes raros, abre solo un regalo y ahí esta su querida muñeca, la besa feliz y dice: oye sois muy listos sabéis qué juguetes quiere cada niño.
De pronto sale corriendo y saca una botella de champán y una bolsa de mantecados y turrón que tenía puestos en el balcón pero ellos no lo han visto; les dice esto para el camino y darle algo a los camellos que tendrán hambre como vosotros y abrazando a su muñeca con un brazo y en la otra mano los otros regalos sin abrir aún, se va hacía el dormitorio, pero se vuelve y les dice no os voy a besar que no quiero que Baltasar pierda mas color y Melchor y Gaspar me hacen cosquillas con esos pelos tan largos y les manda un beso con la mano diciéndoles gracias y adiós que ya tengo sueño. Se va con la satisfacción de haber estado con los Reyes Magos.
Esa noche dormirá tranquilamente, sin preocupaciones, como un niño bueno que no tienen maldad en su alma y solo ve lo positivo de la vida, amar y que le amen.
Soledad
LAS AMIGAS
Estábamos las
ocho fantásticas diciéndonos las cosas que íbamos a pedir
a los Reyes Magos (para nosotros eran Magos de verdad) y es porque los chicos
mayores se vestían de Magos y nos daban los regalos en mano.
Una decía: Yo les voy a pedir una casa de muñecas aunque se
que después me traerán una cartera y lápices de colores
como siempre. (Al escribir esto me vino a la mente el olor, ese olor que nunca
olvidaré de la cartera, la goma, los lápices y los colores y
es como si volviera a mi niñez feliz)
Otra dijo que pediría ropa moderna porque de todas maneras siempre
le traían pijamas y jerséis.
Así íbamos diciendo cada una lo que quería pedir hasta
que nos entró un hambre canina y para no ir cada una a su casa a por
la merienda decidimos entrar en la tienda a coger una pastilla de chocolate
prestada.
No se de quien salió la idea, lo que si es que fue muy aplaudida por
las demás.
Entramos en la tienda y mientras unas hablaban con la tendera para entretenerla,
Alicia que tenía las manos muy ágiles, cogió la preciada
pastilla de chocolate; nos dimos cuenta que era muy paco para todas y necesitábamos
torta, galletas y magdalenas. Enriqueta llevaba un chaquetón bastante
ancho y allí metió una bolsa de magdalenas y un paquete de galletas
de esos triples. Como ya llevábamos bastante, nos despedimos de la
tendera con una excusa y nos fuimos corriendo merendando todas juntas.
Tan a gusto estábamos que no vimos llegar al cura que, como cada tarde,
venía a buscarnos con un mimbre debajo de la sotana para dar en las
piernas a las que no quisieran ir a rezar el rosario. Era un sacerdote muy
bueno, jugábamos con él al futbolín, a los bolos y hasta
nos ponía pelis.
Aquel día, después del Rosario, tocaba Catecismo, y para más
"inri" debíamos estudiar los Mandamientos. Todo iba bien
hasta que llegamos al 7º mandamiento: no robarás; y el Catecismo
aún ponía más: si robas, para que Dios perdone tu pecado
debes restituir en lo posible lo robado. Nos miramos asustadas ¿cómo
íbamos a pagar lo que nos habíamos comido?. Menudo problemón
ya que no podíamos seguir con los demás Mandamientos nos quedamos
atascadas en el 7º.
Al acabar la catequesis, en vez de ir a nuestras casas, no reunimos para pensar
que teníamos que hacer. Bueno, lo primero era saber qué valía
el chocolate, las galletas y las magdalenas y dividirlo entre ocho. Esa noche
no puede dormir pensando si moría mientras dormía iría
al infierno, eso seguro.
Al otro día indagamos los precios y por la tarde en nuestro refugio
nos juntamos para hacer las cuentas: la pastilla de chocolate 50 pesetas.,
las magdalenas 40 pesetas y las galletas al ser triple 70 pesetas; en total
160 pesetas, que dividido entre ocho salíamos a 20 pesetas. Menudo
dilema: ¿Cómo les pedía yo a mis padres 20 pesetas sin
decirles para qué eran?. Y ¿cómo decírseles, con
lo católicos que eran? Mi mente se puso a pensar rápidamente,
no quería pasar otra noche como la anterior. Fui a casa de mis abuelos
y poniendo carita de buena niña les dije que necesitaba 20 pesetas.
Les di varios besicos y me dieron 15 pesetas sin preguntarme nada (yo nunca
pedía). Bueno, sólo me faltaba un duro, pero ¿de dónde
lo iba a sacar?. Ya está, iré a casa de la Sra. Marina, una
mujer muy mayor que no tenía quien le entrara la leña para la
estufa y esa vez si le cobraría; y allí fue donde conseguí
el duro que me faltaba.
Ahora venía el problema de poner el dinero en la tienda sin que me
vieran. Al ir hacia allí me encontré con Asunción y Cecilia,
dos de las amigas que iban a lo mismo. Que bien, pensé, así
será más fácil y mientras una hablaba con la tendera
la otra ponía el dinero donde podía. Yo lo puse debajo de la
báscula (recuerdo que era una báscula blanca con un plato grande
donde se ponía lo que comprabas). Después yo entretuve a la
tendera para que mis amigas hicieran lo propio. ¡Que tranquilas nos
quedamos!. Esa noche dormí como un tronco.
Mi amiga Elena no pudo conseguir el dinero y llorando contó a su madre
lo que pasaba; esta fue a la tienda y se lo contó a la buena mujer:
¡Vaya, se descubrió el pastel!.
Riña por parte de los padres y regañina por parte del cura;
pero, después de todo, lo mejor fue que Teresa, la tendera nos devolvió
el dinero a cada una diciéndonos que lo hacía por haber sido
tan consecuentes con lo que habíamos aprendido en la Catequesis y el
sacerdote nos dijo que en mayo sí podríamos tomar la Primera
Comunión.
Soledad 17-01-2009
TARDE DE SOL
Era una tarde de verano
y el grupo de chicas, el terror del pueblo, estábamos aburridas y medio
dormidas por el calor del sol que no sólo nos ponía morenas
para estar a la moda, sino que nos calentaba la piel a la vez que la mente,
siempre en movimiento ideando hacer alguna fechoría y todas la estrujábamos
para ver cual tenía la idea más genial.
Estábamos pues las ocho amigas del grupo juntas y de pronto se me ocurrió
una trastada buenísima o eso pensaba yo en aquel momento y grité
poniéndome en pie de un salto:
- ¡Ya lo tengo, ya lo tengo!
Todas saltaron de sus toallas y me apretaban tanto que no me dejaban ni hablar.
Gritaban:
- Cuenta, cuenta que nos tienes en ascuas.
Y yo muy creidita, dije:
- ¿No queremos estar morenas? Pues se me ha ocurrido algo.
Puse cara de buenecica y dije:
- Podríamos ir a casa de Sandra y buscar en los productos de belleza
de su tía (había venido al pueblo desde Zaragoza el día
anterior y era muy presumida, iba a la última) seguro que tiene algún
bronceador o alguna crema similar.
Dicho esto, todas corrimos a la casa de mi amiga y mientras unas hacían
guardia para que no nos descubrieran, las demás corrimos ansiosas al
dormitorio de la susodicha tía.
Encontramos productos maravillosos para nosotras y pensamos: hoy nuestro objetivo
es el bronceador, otro día las pinturas; Encontramos dos cajas grandes
de crema Nivea y ya no miramos más. Salimos corriendo con nuestro botín.
¡Qué contentas íbamos y cómo saltábamos!
Llegamos a nuestro escondite y parecía que nos faltaba tiempo para
ponernos la crema; ¡qué bien olía! y unas a otras la poníamos
en grandes cantidades y decíamos: ¡qué morenicas vamos
a estas, qué morenicas!
Gastamos las dos cajas y nuestros cuerpos parecían recién salidos
de una tenaja de aceite y si nos abrazábamos, nos quedábamos
pegadas.
Ahora sí; el sol se quedaba pegado, tan pegado a nuestra piel que nos
pusimos rojas como tomates.
Pasamos una tarde maravillosa. Cantábamos, reíamos y estábamos
muy felices; ya no sólo por eso, sino porque los chicos se asomaban
a vernos y nosotras les reñíamos con coquetería y con
la boca pequeña; la verdad, nos sentíamos halagadas que prefirieran
estar allí encima de una pared en unas posiciones bastante incómodas
a estar con las chicas más mayores y para nosotras más guapas.
Ellos piraban embobados y a la vez tímidos. Esa tarde nos sentimos
como princesas, qué digo princesas, como reinas; pero claro, ahí
no acabó el día.
Cuando la tía de mi amiga se percató del "robo", puso
el grito en el cielo y fue casa por casa buscando a las amigas de su sobrina
y, como nosotras no estábamos, a quien encontró fue a nuestras
madres; todas la acompañaron y cuando las vimos llegar nos parecía
que venía un pelotón de fusilamiento ¡Qué caras
de pocos amigos traían! Las riñas, las broncas y hasta algún
azote cambiaron las risas por las palabras de disculpa y fueron un broche
horrible para un día perfecto; claro que lo que nosotras no sabíamos
(nos lo contaron después) fue que las madres mientras nos reñían
se estaban tronchando por dentro de risa al vernos tan rojas, tan sonrientes
y tan brillantes.
Soledad 17-01-2009
EMILIO EN LAS FIESTAS
Noche de verano en el
pueblo, hace fresco a pesar del calor que ha hecho hoy, aún así
la gente está en la plaza y no lo nota porque son las fiestas. Bailan
al son de la música con el vaso de bebida en la mano.
El ambiente huele a hierba mojada, se oye cantar a las ranas y fuera de la
plaza hay tal tranquilidad, tanto bienestar que parece que estás solo
en el mundo, disfrutando de un paraíso donde las estrellas son las
únicas que te vigilan y cuidan. Hay tantas que es imposible contarlas;
están lejos pero a la vez tan cerca que da la sensación que
si alargas las manos las puedes tocar, de vez en cuando cae una estrella fugaz
dejando un haz de luz como la cola de una cometa, rápidamente pedimos
un deseo con la ilusión que se cumpla.
La música en la plaza mayor se intensifica y nos atrae, regresamos
a ella a regañadientes y cuando llegamos la vemos llena de jóvenes
que se mueven como si quisieran aprovechar al máximo la compañía
de los demás amigos, las charlas, las risas pero sobretodo la danza
que les sale de dentro.
Emilio mi niño especial está allí, delante del escenario
donde los músicos (sus músicos) como les dice él están
tocando, no quiere perderse nada y de vez en cuando le dedican alguna canción
que él les agradece con su sonrisa auténtica.
Casi sin darnos cuenta llegan las tres de la madrugada, los músicos
tocan la última canción (los demás días acaban
sobre las seis) porque hoy hay un concierto de rok.
Cada vez hay mas gente, la mayoría jóvenes que han ido llegando
de muchos pueblos cercanos, también llegan de otros pueblos que están
mas lejos pero es verano, vacaciones y quieren aprovecharlas al máximo.
Los roqueros tocan y tocan pero no llegan a esa fibra que hace vibrar a los
jóvenes y están como adormecidos.
De pronto Emi se adelanta y les pide subir al escenario, le dicen que si y
él todo contento sube. La madre al verle allí y por miedo al
ridículo que pueda hacer su hijo piensa ¡¡¡Tierra
trágame!!! pero él está contento, le gusta ser protagonista
y no se preocupa si alguien se ríe o si se burlan porque no tiene esa
maldad que tenemos los demás solo piensa en hacer lo que tanto le gusta.
Les dice si pueden tocar una canción de AC/DC y ellos rápidamente
la buscan. Dos jóvenes que están delante de los padres se ríen
y haciendo muecas se burlan pero cuando la madre va hacia ellos para recriminarlos
se oye por toda la plaza la voz de su hijo cantando en ingles (las ha aprendido
de tanto escucharlas) y la sorpresa es tan grande que todos enmudecen atónitos
aunque dura poco rato y los jóvenes se ponen a bailar con mucha marcha
poniendo los brazos en alto.
Como por arte de magia la fiesta ha cobrado energía y cuando acaba
la canción a gritos piden otra, otra, otra. Emilio sonríe y
saluda haciendo reverencias, los chicos que antes habían empezado a
burlarse ahora son los más entusiastas y los que más gritan
animándolo para que siga cantando.
Emi está feliz, es feliz de hacer felices a los demás aunque
enteras solo sabe tres canciones y las demás a trozos; no importa,
él ha hecho que la fiesta sea más fiesta.
Cuando ha acabado su repertorio baja del escenario y va abriéndose
paso entre los jóvenes que lo ovacionan, que quieren abrazarle, que
le dan palmadas en la espalda felicitándolo, hasta llegar donde están
sus papas para pedirles que lo acompañen a la cama porque esta cansado.
Al otro día la noticia ha corrido como la pólvora y es el tema
principal de las conversaciones en las tertulias de las gentes que se reúnen
para hablar en las plazas de todos los pueblos.
Soledad 28-02-2009