LAS PATATAS

 

En la economía y alimentación de Griegos las patatas han sido muy importantes, y a veces hasta decisivas, para la supervivencia de sus habitantes. Y es que las patatas de nuestro pueblo  son de excelente calidad debido a su altura sobre el nivel del mar y al clima frio parecido al de los Andes peruanos de donde son originarias.

Como casi todo el mundo sabe las patatas fueron traída a España y luego extendidas a toda Europa por los conquistadores del Perú. Se cree que el explorador Gonzalo Fernandez de Quesada las descubrió en 1537 aunque la planta no está documentada  en nuestro país hasta 1570

Quizá sabedores de las bondades del nuevo tubérculo y también de que los climas fríos favorecían su calidad, los curas del pueblo por su mayor cultura y posibilidades, introdujeron la patata en Griegos. Es posible que lo hicieran valiéndose de los arrieros que viajaban a  Madrid como demuestra el documento D. Vere-Claro contra D. Veremundo fechado en 1733 y publicado en esta página. Sea como fuere agradecemos el hecho casi 300 años después.

Podría extenderme en muchas leyendas y anécdotas referidas a la patata en todo el mundo. Sólo comentar que se conocen y están clasificadas científicamente más de 3500 variedades.

En Griegos había en aquellos años tres variedades: blanca, roja y, algunas pocas, color de rosa. Todas eran consumidas por sus habitantes en grandes cantidades y en recetas variadas: en la sartén, en hervido, en purés, en tortilla, asadas, fritas, en el cocido, en el potaje, con arroz, a lo pobre, etc, etc. Los valencianos venían en invierno con camiones llenos de naranjas para cambiarlas por patatas. Kilo de naranjas por kilo de patatas que ellos utilizaban como simiente por su alta calidad.

Los patatos, que así llamábamos nosotros a las patatas pequeñas, servían para engordar a los cerdos en los dos meses anteriores a la matanza. Nótese que hasta a los gorrinos se las dábamos  cocidas ya que crudas contienen una substancia venenosa para la salud, motivo por el cual durante muchos años se las consideró maléficas y permanecieron apartadas de las mesas españolas y europeas. En los primeros años de su introducción en el Viejo Continente se utilizaba sólo como plantas ornamentales.

La época que yo viví en Griegos (1948-1956) fue una de las más trágicas de la Era Moderna. La guerra civil y la posterior recesión económica hicieron estragos en la población española hasta bien entrada la década de los 50 del siglo pasado. Las enfermedades y el hambre se cebaron con nuestro país y con esa situación las patatas, que se consumían todos los días, remediaban en gran medida la grave situación.

Su cultivo era y es sencillo. Antes de sembrarlas  a finales de mayo se preparaban bien las tierras más húmedas y frescas enriqueciéndolas con la mayor cantidad  posible de estiércol  (si era de oveja mejor) y se sembraban valiéndose de una yunta en filas o surcos dobles para enterrarlas, colocándolas directamente sobre la tierra, separadas unos 30 centímetros. Para más aprovechamiento de la simiente se cortan en varios trozos que contengan al menos una yema y de cada uno de estos pedazos saldrán tantas matas como yemas tenga.

La operación conocida como “cavar patatas” consistía en arrimar tierra a la planta con una azada y quitar las hiervas que hubieran crecido. Esta operación era sumamente pesada pues requería trabajar encorvado durante una larga jornada.

Hasta su recogida a primeros de octubre ya no requerían más cuidados excepto el sulfatado o en su defecto quitar  a mano los “sapos de las patatas” como se decía por todos. En relación a esta plaga tengo oído a mi madre que la misma vino con la guerra ya que antes de la contienda no se conocía esa calamidad.

Y en llegados los primeros días del mes del frio octubre todos, pequeños y grandes, a deslomarse recogiendo las patatas. Era un trabajo verdaderamente duro el de recoger de la tierra, llenar las cestas, traspasar a los sacos y llevar hasta la bodega de la casa el fruto de tanto sudor.        

Y como antes he nombrado a los cerdos hay dos curiosidades que no se han borrado de mi memoria relativas al provechoso animal. Una cuando pasaban de una “corte”  a otra al barraco (como se decía) para cubrir a la hembra en celo y la otra cuando venía el capador desde Jabaloyas tocando el característico chiflo por todo el pueblo para dar a conocer su servicio.

 

José Juan Herranz Martínez