EL MOLINILLO

Hace tiempo que yo tenía la ilusión de volver de nuevo al espacio conocido como “El Molinillo” o “La Balsa del Molinillo”.
En el contorno de lo que fue la balsa en cuyas aguas me bañé varias veces siendo niño, ha crecido una exuberante vegetación que proporciona al lugar encanto y armonía.
Quizá haya muchas personas que al contemplar la belleza del paraje piensen que esa maravilla sólo puede ser obra del Creador. En este caso al Ordenador de la Naturaleza le modificaron su obra los de Griegos.
Y, ¿por qué motivo?, se preguntará el que no conozca esta pequeña historia.
Bien, cualquiera de los de aquí sabe que el trigo, que cada uno se cosechaba, era la base más importante y, a veces única, del alimento de las familias.
Ese trigo, cultivado con tanto esfuerzo y sacrificio, había que convertirlo en harina ( y así poder comer el pan nuestro de cada día) en los molinos de “Las Chorreras”, “Las Pisadas”, etc.
A ellos marchaban los vecinos con las caballerías cargadas de talegas, en viajes muy duros por caminos estrechos y peligrosos.
En los tiempos del Servicio Nacional del Trigo, incluso caminaban a campo través por la noche para eludir a la pareja de la guardia civil que podría quitarles la carga, multarlos o algo más grave. Y no porque al cuerpo de la Benemérita le agradara especialmente perseguir a los honrados vecinos, si no porque tenían que hacer cumplir la Ley que ordenaba repartir el pan entre todos los españoles; estaban cerradas las fronteras para el comercio internacional y las autoridades debían intentar repartir lo que se producía dentro de la nación.
Y con el riesgo de que les requisaran la mercancía, nuestros antepasados necesariamente tenían que hacer esos viajes si querían comer, ya que a los ríos capaces de mover las piedras de los molinos, los pusieron más abajo. Inconvenientes de ser el segundo pueblo más alto de España y que la electricidad, o no se había inventado, o no había llegado a pesar de su gran velocidad.
Ignoro a quien se le podría ocurrir la idea, pero como suele ser común en estos casos, el más imaginativo o emprendedor lanzaría su razonamiento: “Podríamos nosotros tener un molino si hiciéramos una balsa cerca de Codejas alimentándola del agua que tomaríamos del río de La Malena mediante un pequeño canal. Una vez llena, aprovecharíamos el desnivel y la fuerza del agua movería las piedras”.
Efectivamente hicieron la balsa y el pequeño canal o reguera que ahora, cubiertas de césped, aún se pueden observar a simple vista; también compraron las piedras, una de las cuales está guardada en casa de la persona que la encontró medio enterrada.
Como es obvio, se hizo el trabajo pero no el molino, dando la razón a los de Guadalaviar y Villar del Cobo que cuando se enteraron del proyecto, basados en la fama de inconstantes que tenían los nuestros, sacaron una pequeña sátira que de boca en boca repetían poco más o menos así:

Dicen que los de Griegos
van a hacer un molino en Codejas.
Largos son de orejas.
Pues ya tienen las losas.
Pronto dejarán las cosas.

Por el resultado final del asunto parece que a nuestros vecinos no les faltaba razón.

José Juan Herranz Martínez 17 abril 2007