RECUERDOS

Allá por los años cincuenta del siglo pasado llegaban a Griegos, generalmente en carros o caballerías, comerciantes y artesanos para ofrecer sus mercancías.

En verano, los Geldanos aparecían con su carro cargado de frutas y verduras. Se hospedaban en la casa-posada-tienda de Marina Soriano. “La tiá Marina.”
Poco acostumbrados a comer fruta en aquella época, porque la autóctona se reducía y se reduce, a algún ciruelejo en el mejor de los años, eran manjar exquisito para nosotros, las peras, las uvas, las ciruelas, los melocotones, los tomates, los pimientos, etc. que nos vendían aquellos comerciantes de la provincia de Castellón.

De Huélamo procedía un matrimonio con su máquina de hacer fideos a cuestas. Recuerdo al enjuto, enteco y pulcro marido, depositar en la pequeña tolvilla la masa de harina que previamente había preparado su esposa. Aunque el sistema de fabricación era muy simple a mí me agradaba ver salir los tiernos y largísimos fideos que cuidadosamente depositaban sobre telas blancas hasta su total secado.

Saldón era el pueblo de otro asiduo comerciante que siempre llegaba acompañado por Elena, su joven y hermosa hija soltera. Vendía bacalao y otros productos y compraba pieles de conejo.
En una de sus visitas, un mozo del pueblo cuyo nombre no viene al caso, quizá creyó que aquella bella y casta moza era presa fácil e intentó salir de caza. Avisado por su hija, el buen padre atajó con fuerza al aprendiz de seductor y artista de la púa, que a punto estuvo de ver quebrantado alguno de sus huesos.

Todo era algarabía e ilusión cuando llegaban los charlatanes.
Estos comediantes de la venta ambulante que hacen de la palabra todo un arte para convencer al público de la bondad de sus productos, venían a Griegos a vender mantas.
El éxito de público siempre estaba asegurado, pues casi todo el pueblo acudía a la plaza a divertirse.
Aquella tarde el charlatán ofrecía a grandes voces un lote de mantas apiladas: “Y ahora por estas seis mantas no les voy a cobrar ni setenta, ni sesenta, ni cincuenta, ni cuarenta; por treinta pesetas se van a llevar a su casa estas seis maravillosas mantas, más esta otra de regalo. Y si hay entre el público alguna persona inteligente que sepa valorar esta ganga, además de todo lo dicho le regalaremos seis talegas”.
Mercedes “La Pitilla” alzó nerviosa la mano y dijo: “Ese lote para mí”
Como no llevaba dinero encima salió como una exhalación a buscarlo.
Al poco, llegó jadeante; se acercó al charlatán y le pagó. El taimado, dirigiéndose al público dijo: “Como lo prometido es deuda y yo soy un hombre que cumple siempre su palabra vamos a hacer entrega a la señora de las seis talegas”.
Efectivamente sacó seis talegas, pero de miniatura, que entre las risas de la gente intentó entregar a ruborizada Mercedes que huyó nerviosa y avergonzada.
Aparte de estos simpáticos personajes y de los gitanos que de vez en cuando aterrizaban, el resto eran personas que se ganaban la confianza de la gente con el buen servicio prestado.

Albarderos, quincalleros, tratantes de caballerías, albarqueros, afiladores, capadores, etc. animaban la vida del pueblo y daban trabajo al honrado Teodoro Lahoz aquel alguacil de pies torcidos y andares lentos……

José Juan Herranz Martinez 15 marzo 2007